Didier Anzieu 

 

(Melun, 8 de julio 1923 - París, 25 de noviembre 1999) fue un psicoanalista francés, conocido por sus estudios sobre el autoanálisis de Freud y la dinámica de grupos, así como por su teoría del "Yo-piel", que describe la formación del pensamiento y de la personalidad a través de las experiencias táctiles.

En 1949, Anzieu había comenzado su psicoanálisis con Jacques Lacan, sin que inicialmente ninguno de los dos supiera que Lacan ya había tratado a la madre de Anzieu: Lacan la conocía por su nombre de soltera, Marguerite Parrain, y había basado en ese caso su tesis de 1932 titulada Acerca de la psicosis paranoica y sus relaciones con la personalidad, refiriéndose en ella al propio Anzieu. Didier Anzieu había sido abandonado por su madre poco después de nacer, pero inicialmente mantenía contacto con ella. Años después fue internada en la clínica psiquiátrica Sainte-Anne de Paris, en la que entonces también trabajaba Lacan, después de haber agredido físicamente a la actriz Huguette Duflos. Después de años de internación psiquiátrica, Marguerite trabajó en 1952/53 como empleada doméstica para el padre de Lacan. En medio de esta situación, Anzieu restableció contacto con su madre y supo de su tratamiento por Lacan. Puso fin al análisis y se distanció de Lacan, condenando "las derivas y la arbitrariedad de las prácticas lacanianas".

 

Investigación, Yo-piel

 

Después de 1972, Anzieu se fue retirando paulatinamente de las actividades universitarias, a fin de poder dedicarse a la investigación psicoanalítica. Por una parte, examinó los fenómenos grupales, tema sobre el que en 1975 publicó Le groupe et l’inconscient („El grupo y lo inconsciente“). Por otra, se dedicó al tema de la creatividad literaria y artística, presentando en 1975 una reedición mejorada de su libro sobre el autoanálisis de Freud, siguiendo Le corps de l’oeuvre („El cuerpo de la obra“) en 1981, así como Beckett et le psychanalyste („Beckett y el psicoanalista“) en 1992.

Su tercer proyecto - y el más original - fue el desarrollo de la teoría de Yo-piel, concepto con el que - ante los discursos corrientes sobre contenidos psíquicos - intentó fijar teóricamente los contenedores de tales contenidos. En su libro Le Moi Peau publicado en 1985 se apoya en el concepto de Containing de Wilfred Bion y en el de la teoría del apegode John Bowlby, aunque también refiere al concepto temprano de las barreras de contacto de Freud y a la descripción de límites variables del yo en Paul Federn.

De acuerdo a Anzieu, el lactante – de no verse abrumado por el deseo de la vuelta al seno de la madre, lo que conduce al autismo – desarrolla la fantasía de compartir una sola piel con su madre, fantasía que deberá resolverse más adelante, eventualmente en un proceso doloroso. El masoquista lo vive p.ej. como una ruptura violenta de la piel común. Anzieu distingue diferentes funciones de la piel: sostener, contener, proteger, individuación, integración de las percepciones sensoriales, fundamento de la excitación sexual, carga libidinosa, inscripción de huellas, autodestrucción (eliminó de la lista esta última categoría en la segunda edición de 1995), así como diversos tipos de envolturas: la sonora, térmica, olfativa, gustativa, muscular, del dolor y finalmente onírica, a las que adjudica su respectivo significado y patologías. Finalmente ve en el acto de tocarse a sí mismo, en el sentirse-a-si-mismo, la base para el desarrollo del pensamiento reflexivo.

Las consideraciones de Le Moi-peau tuvieron su continuación en Une peau pour les pensées („Una piel para los pensamientos“, 1986), L’épiderme nomade et la peau psychique(„La epidermis nómada y la piel psíquica“, 1990) y otras obras.

Desde alrededor de 1990, Anzieu padeció la enfermedad de Parkinson.

 

El Grupo y el Inconsciente

 

En su libro El Grupo y el Inconsciente; lo imaginario grupal, Anzieu despliega su teoría sobre la realidad imaginaria en los grupos. Allí va a definir al grupo como el lugar donde se proyectan las fantasías y parte de una hipótesis: “…el vínculo interhumano primario es la circulación fantasmática…”.

No olvidemos que aquí fantasma, fantasías e imaginario son utilizadas teniendo la misma significación. Para Anzieu las fantasías manifiestan las realidades más íntimas; “el fantasma es la realidad psíquica individual por excelencia, ya que nos convertimos en sujeto cuando el fantasma adquiere en él una organización definitiva, el fantasma inconsciente es quien opera la individualización…”.

Desde el psicoanálisis se reconoce como estructuras fantaseadas típicas organizadoras de la vida y  de la fantasía, cualesquiera que sean las experiencias personales de los individuos; sirven para responder preguntas estructurales sobre la vida, el sexo y las diferencias sexuales, como luego veremos.

Así pues las fantasías operan permanentemente en el individuo, operan en todo encuentro con los otros. Anzieu dice: “…Todo encuentro vivido como auténtico o intenso entre dos o varios seres humanos es un encuentro que ha despertado, movilizado y activado en los interesados sus fantasías personales conscientes e inconscientes…”.

Todas las fantasías tienen tres elementos que se repiten en cualquier situación:

Tanto como protagonista como observador, el sujeto se encuentra siempre presente.

Son imágenes visuales y una trama que estructura estas imágenes.

Toda fantasía expresa algo del deseo, de manera que nuestra conducta es la puesta en escena de dichos deseos.

No olvidemos que el deseo surge de la primera experiencia de satisfacción. Como sabemos, partimos de la necesidad, la cual produce dolor y tensión; dolor que se descarga por el llanto y es significado por la madre o su sustituto, quienes lo descifran y lo aplacan. De ésta manera, el bebé se alivia de la tensión. Es así como al mismo tiempo que se sacia de la necesidad la asocia con el sentimiento placentero que le ha conllevado esta saciación, sensación que volverá a buscar y que va más allá de la pura necesidad. Sucesivas experiencias de satisfacción van a dejar una huella, una inscripción inconsciente que el sujeto tratará de reencontrar; será a partir de esta huella, de esta inscripción, que durante toda la vida vamos a buscar objetos, personas, para satisfacer el deseo. Aunque volverlo a tener genera una fantasía de similitud, nunca será posible alcanzarlo.

Hay tres escenarios donde se expresan las fantasías:

Fantasías conscientes o ensueños diurnos.

Los sueños, con la lógica del proceso primario.

Las fantasías relacionadas con las teorías sexuales infantiles. Preguntas que nos hicimos en la niñez y que están relacionadas con el sexo, con el origen de la vida y con la diferencia sexual.

Origen del sujeto: la fantasía de la escena primaria

Origen de la sexualidad: fantasía de seducción

Origen de la diferencia sexual: fantasía de castración.

Ya desde Freud la pregunta en relación a estas fantasías es ¿de dónde vienen?; Freud lo resuelve diciendo que se transmite filogenéticamente. En cualquier caso, de lo que se trata es de ver cómo operan en la realidad de cada sujeto, en la propia fantasmática.

Adriana Sonis dice: “somos nosotros los artesanos individuales, con que organizamos fantasías de un argumento milenario”.

Estas fantasías pertenecen a la infancia de la humanidad, están en la cultura. Estas fantasías se nutren en tanto que asociamos lo vivido con lo oído en relación con nuestra fantasmática. Anzieu dice que organizamos lo grupal de la misma manera.

Estamos en un mundo rodeado de fantasías. Las producimos, pero también somos productos de ellas.

Si bien fantaseamos en todo momento, el grupo es un lugar se acentúa ésta tendencia. Anzieu dice que el grupo es una puesta en común de las imágenes interiores y de las angustias de los participantes. El grupo es un lugar de fomento de imágenes.

Desde que hay dos o más personas, hay circulación fantasmática.

Cuando ingresamos en un grupo, hay ciertos deseos que se reactivan, en concreto el de fusión, el de reencuentro con la unidad de totalidad. Sin embargo, en ese mismo espacio, las miradas de los otros suponen la amenaza a ese ideal fusión o completud del yo. La ilusión de completud se rompe en tantos pedazos como integrantes haya en el grupo.

Así pues, de entrada, el grupo es una amenaza para el individuo, en tanto que el yo es cuestionado. De nuevo surge la pregunta ¿Quién soy? Pregunta que va dirigida primero a los miembros del grupo y luego a los terapeutas.

Anzieu dice que la situación de grupo es vivida con angustia, con la misma intensidad que es vivida una realización imaginaria del deseo. El grupo, como el sueño, como el síntoma, es la asociación de un deseo y una defensa: “…la unidad aparente de un grupo puede forjarse en la coalición defensiva contra el fantasma individual del que es hecho portador de un chivo expiatorio…”. Esto lo podemos ver en largas discusiones abstractas o en discursos en los que se pone por delante el fantasma de escenas no ocurridas en la realidad.

Dice Anzieu que en el grupo, como en el sueño, el aparato psíquico sufre una tiple regresión: cronológica, tópica y formal.

Cronológica. Se trata del retorno del sujeto a etapas primeras de su desarrollo, “…como consecuencia de la regresión cronológica, la exaltación narcisista que se produce se traduce en que la vivencia que aporta toda confrontación con los demás implica una amenaza contra la integridad…”

Tópica. Del yo ideal, el cual trata de realizar la fusión con el seno materno.

El paso a modos de expresión y comportamiento de un nivel anterior (se actúa como si fueran niños, con juegos de palabras, gestos, mímicas, etc.).

Las fantasías individuales convocan la resonancia fantasmática en el grupo, ya que este actúa como una caja de resonancia. Anzieu dice “…es el reagrupamiento de algunos participantes alrededor de uno de ellos, el cual hace ver o da a entender, a través de sus actos, de su manera de ser o sus palabras, su palabra individual inconsciente…”.

Cada individuo pasa la película de su propia historia; todas las películas se proyectan en la gran pantalla de lo imaginario y entonces surge el gran misterio, el entrecruzamiento de la dinámica de los grupos; el argumento cambia, ahora es de todos, circula por todos y entra en todos los intersticios.

De este modo la fantasía individual genera la resonancia fantasmática instaurando la ilusión grupal.

Este estado de ilusión grupal se manifiesta en: “somos el mejor grupo”.

 

Será este el primer organizador grupal, el cual va a posibilitar una integración. Esta ilusión es un fantasma que organiza y posibilita que el grupo se constituya.

Sin embargo, frente a ésta ilusión de unidad  inicial, siempre hay otra corriente en el ser humano que implica una tendencia al crecimiento, que supone discriminación y separación, rompiéndose esa célula cerrada.

 

Este segundo organizador, la imago, pertenece al mismo orden de realidad que el fantasma. Es una representación inconsciente y universal, imago de padre, de madre etc. Se pasa de una imago a otra.

 

El tercer organizador, o la tendencia a la homomorfía, admite las diferencias, partiendo de un origen común.

 

Anzieu concluye de la siguiente manera:

 

“Las fantasías originarias siempre están, gracias a ello nos discriminamos y nos juntamos”.

 

Desde alrededor de 1990, Anzieu padeció la Enfermedad de Parkinson, muriendo en Paris en 1999.